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lunes, 22 de octubre de 2012

Del Otro Lado



Erase una vez un bosque encantado. En la parte más hermosa y rica vivía un grupito de duendes alegres y en armonía. Pero un día, llegaron los ogros del otro lado, oscuro y siniestro. Estos estaban hartos de estar desolados y en la oscuridad, con las criaturas más terribles. Así que debido a esto, decidieron pasar al lado de los duendes.

Los ogros median 4 o 5 metros de estatura, mientras que los duendes no alcanzaban el metro. Sus brazos eran más débiles que los de un ogro bebé, mientras que los ogros tenían unos brazos más fuertes que 100 duendes mayores juntos.
Pero en cambio, los ogros eran inocentes y no tenían mucho cerebro, mientras que los duendes eran muy astutos. Entonces aprovecharon esta ventaja para maltratarlos. Los duendes les hicieron un acuerdo a los ogros; les dijeron que ellos compartirían sus tierras a cambio de que les trajeran oro y plata de una mina. Los ogros, sin pensarlo lo aceptan, y dicen:

- Lo vamos a cumplir, somos ogros de palabra

Entonces los duendes cruzaron miradas muy obvias. La trampa estaba tendida. Ellos, los duendes, sabían dónde quedaba la mina, exactamente; quedaba del otro lado. Así, los ogros tuvieron que volver a su lugar de origen, para cumplir el acuerdo. Una vez que los ogros sacaron hasta el último gramo de oro, los duendes detonaron un explosivo que hizo que la mina entera se cayera abajo. Un silencio aterrador se apoderó del bosque. Las risas de los duendes daban más que terror, eran imparables.
Los ogros estuvieron sentados adentro de la tierra mucho tiempo... hasta que se les ocurrió una gran idea; se agacharon uno al lado del otro como escaleras, de mayor a menor, e hicieron que el más fuerte salga, así después ayudaría a los demás.
Cuando salieron todos, los ogros fueron en busca de su venganza. Agarraron duende por duende y los pusieron a trabajar como enanos de jardín.

De esta manera los ogros vivieron felices, en armonía y sin la esclavitud de los malditos duendes.


Autor: Camilo Araneo -2° Media 2012-

domingo, 14 de octubre de 2012

La Trampa de las Golosinas




Había una vez un niño llamado Pancho, que vivía en Jacarandá, un pueblito humilde ubicado entre dos montañas. Un día, a Pancho de le ocurrió salir a pasear por la plaza con su perro Polen, pero sus papás no lo dejaban salir ni a la puerta porque tenían miedo de que los soldaditos azules de la policía lo encierren en la Torre del Terror. Por eso Pancho vivía encerrado en su cuarto. Se pasaba el día mirando por la ventana, imaginando como sería el mundo exterior, hasta que un día un chico del barrio llamado Bartolo lo llamó desde la calle:

- Pancho, vamos que te ayudo a escapar- Pancho respondió:

- Dale Bartolo, tirame una soga

Entonces Bartolo le tiró la soga y Pancho escapó de su casa. Fueron a la plaza, jugaron un rato a las escondidas y al suibi-baja. Cuando caminaban de regreso a casa, un hombre gordo con pantalones de colores y chupetines en la mano les dijo:

- Niños, vengan a mi tienda de golosinas, que les daré caramelos gratis..-

Bartolo y pancho corrieron a la tienda, pero cuando entraron... ¡PATA PUF! ¡la tienda de golosinas se convirtió en un depósito de veneno para ratas!
Entonces el hombre gordo rió con una risa macabra y estruendosa, y palmeándose la enorme barriga les dijo:

- Ahora trabajarán para mí

Los niños muy asustados trabajaron y trabajaron sin descanso, días y días, mezclando pociones intoxicantes. Y justo cuando creyeron todo perdido, escucharon los ladridos de Polen, el perro de pancho, que los había encontrado por el olfato. Polen ladró y ladró y ladró, hasta que el gordo salió a ver que pasaba. Entonces Polen le mordió el dedo gordo del pie izquierdo. El gordo de los pantalones de colores grito de dolor y retrocedió saltando en una pata, con tanta mala suerte que tropezó y cayó dentro de una enorme fuente, llena con su propio veneno. Los niños aprovecharon para escapar corriendo a sus casas, junto con sus familias y su fiel amigo, Polen.


Autora: Martina Lozza (2° Media -2012-)

El Buen Gorrión



Había una vez un reino pequeño, desanimado y triste, donde los ríos estaban hechos de las lágrimas de los niños, las calles del silencio de las mujeres y las casas de lamentos de los hombres convertidos en ladrillos. Pero existía un pueblo en donde no todo era deprimente. Entre las lamentables casas había una distinta, con techo de chocolate, los marcos de las ventanas hechos de bastón dulce, puerta de un resistente turrón y unos colores deslumbrantes que alegraban al pueblo. En esa alegre casita vivía una criatura mitad hombre mitad pájaro, a quien llamaban "el buen gorrión". Como su nombre lo indica, Gorrión era bueno. Siempre que los chicos salían de la escuela, Gorrión los invitaba a jugar y siempre los alegraba.

Un día, mientras todos se divertían, se dejaron escuchar los cascos de unos caballos de juguete y se pudo ver avanzando por el camino la gran carroza de oro del Rey Raymundo. La carroza se detuvo frente a la casa de Gorrión. La dorada puerta se abrió y un hombrecito con una enorme corona de plata bajó mirando con desprecio a su alrededor. Era el mismísimo Rey. Hecho una furia se acercó a la entrada de la casa y con sus zapatillas hechas de enojo dio un fuerte pisotón, interrumpiendo las alegres rimas de una canción. Cuando Gorrión y los niños se callaron, el Rey dijo con gran enojo:

- ¡¿Qué significa todo este ruido?!

- Estábamos cantando con Gorrión- le respondió una dulce niña

- No puedo permitir que este monstruo altere el orden y la tranquilidad de mi reino. ¡Arréstenlo!- Dijo el Rey Raymundo, llamando a sus soldaditos de plomo, quienes vinieron enseguida y se llevaron a Gorrión.

Los niños se pusieron a llorar de tristeza, mientras caía del cielo una lluvia de jugo de limón. Y cuando parecía que todos habían perdido la esperanza, una niña de colitas rubias propuso a los chicos rescatar a Gorrón. Entre todos se pusieron de acuerdo y llevaron un ejercito de hombrecitos de jengibre al palacio de Raymundo, quienes entraron en su habitación mientras dormía y le pintaron la cara como a un payaso. A la mañana siguiente, cuando el Rey despertó y salió a los jardines del castillo, dónde todos los habitantes del reino lo esperaban para escuchar su tradicional discurso, todo el pueblo se burló de él con fuertes carcajadas. Tanta fue su humillación, que huyó despavorido, dejando su corona y las llaves de la jaula de caramelo donde había encerrado a Gorrión. Los niños pronto lo liberaron y lo declararon "el Rey Gorrión", pero este se negó diciendo:

- No quiero ser rey, seré solo uno más, así todos seremos iguales.



Autora: Florencia Sampietro (2° Media -2012-)



lunes, 8 de octubre de 2012

Las Marionetas



Sueñan las marionetas con el fin de la manipulación
con montar algún día su propia obra

No soy solo yo
somos muchos
marchando por una escenografía imaginaria
en busca de nuestro origen

Esperando que un Dios de trapo nos escuche
y nos regale un trozo de vida

Pero la felicidad no cae del cielo
mientras esperamos
la libertad
seguiremos actuando
en esta obra
de la que algún día
esperamos liberarnos.

Autora: Martina De Marco (1° Liceo -2012-)