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domingo, 14 de octubre de 2012

El Buen Gorrión



Había una vez un reino pequeño, desanimado y triste, donde los ríos estaban hechos de las lágrimas de los niños, las calles del silencio de las mujeres y las casas de lamentos de los hombres convertidos en ladrillos. Pero existía un pueblo en donde no todo era deprimente. Entre las lamentables casas había una distinta, con techo de chocolate, los marcos de las ventanas hechos de bastón dulce, puerta de un resistente turrón y unos colores deslumbrantes que alegraban al pueblo. En esa alegre casita vivía una criatura mitad hombre mitad pájaro, a quien llamaban "el buen gorrión". Como su nombre lo indica, Gorrión era bueno. Siempre que los chicos salían de la escuela, Gorrión los invitaba a jugar y siempre los alegraba.

Un día, mientras todos se divertían, se dejaron escuchar los cascos de unos caballos de juguete y se pudo ver avanzando por el camino la gran carroza de oro del Rey Raymundo. La carroza se detuvo frente a la casa de Gorrión. La dorada puerta se abrió y un hombrecito con una enorme corona de plata bajó mirando con desprecio a su alrededor. Era el mismísimo Rey. Hecho una furia se acercó a la entrada de la casa y con sus zapatillas hechas de enojo dio un fuerte pisotón, interrumpiendo las alegres rimas de una canción. Cuando Gorrión y los niños se callaron, el Rey dijo con gran enojo:

- ¡¿Qué significa todo este ruido?!

- Estábamos cantando con Gorrión- le respondió una dulce niña

- No puedo permitir que este monstruo altere el orden y la tranquilidad de mi reino. ¡Arréstenlo!- Dijo el Rey Raymundo, llamando a sus soldaditos de plomo, quienes vinieron enseguida y se llevaron a Gorrión.

Los niños se pusieron a llorar de tristeza, mientras caía del cielo una lluvia de jugo de limón. Y cuando parecía que todos habían perdido la esperanza, una niña de colitas rubias propuso a los chicos rescatar a Gorrón. Entre todos se pusieron de acuerdo y llevaron un ejercito de hombrecitos de jengibre al palacio de Raymundo, quienes entraron en su habitación mientras dormía y le pintaron la cara como a un payaso. A la mañana siguiente, cuando el Rey despertó y salió a los jardines del castillo, dónde todos los habitantes del reino lo esperaban para escuchar su tradicional discurso, todo el pueblo se burló de él con fuertes carcajadas. Tanta fue su humillación, que huyó despavorido, dejando su corona y las llaves de la jaula de caramelo donde había encerrado a Gorrión. Los niños pronto lo liberaron y lo declararon "el Rey Gorrión", pero este se negó diciendo:

- No quiero ser rey, seré solo uno más, así todos seremos iguales.



Autora: Florencia Sampietro (2° Media -2012-)



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