Había una vez un niño llamado Pancho, que vivía en Jacarandá, un pueblito humilde ubicado entre dos montañas. Un día, a Pancho de le ocurrió salir a pasear por la plaza con su perro Polen, pero sus papás no lo dejaban salir ni a la puerta porque tenían miedo de que los soldaditos azules de la policía lo encierren en la Torre del Terror. Por eso Pancho vivía encerrado en su cuarto. Se pasaba el día mirando por la ventana, imaginando como sería el mundo exterior, hasta que un día un chico del barrio llamado Bartolo lo llamó desde la calle:
- Pancho, vamos que te ayudo a escapar- Pancho respondió:
- Dale Bartolo, tirame una soga
Entonces Bartolo le tiró la soga y Pancho escapó de su casa. Fueron a la plaza, jugaron un rato a las escondidas y al suibi-baja. Cuando caminaban de regreso a casa, un hombre gordo con pantalones de colores y chupetines en la mano les dijo:
- Niños, vengan a mi tienda de golosinas, que les daré caramelos gratis..-
Bartolo y pancho corrieron a la tienda, pero cuando entraron... ¡PATA PUF! ¡la tienda de golosinas se convirtió en un depósito de veneno para ratas!
Entonces el hombre gordo rió con una risa macabra y estruendosa, y palmeándose la enorme barriga les dijo:
- Ahora trabajarán para mí
Los niños muy asustados trabajaron y trabajaron sin descanso, días y días, mezclando pociones intoxicantes. Y justo cuando creyeron todo perdido, escucharon los ladridos de Polen, el perro de pancho, que los había encontrado por el olfato. Polen ladró y ladró y ladró, hasta que el gordo salió a ver que pasaba. Entonces Polen le mordió el dedo gordo del pie izquierdo. El gordo de los pantalones de colores grito de dolor y retrocedió saltando en una pata, con tanta mala suerte que tropezó y cayó dentro de una enorme fuente, llena con su propio veneno. Los niños aprovecharon para escapar corriendo a sus casas, junto con sus familias y su fiel amigo, Polen.
Autora: Martina Lozza (2° Media -2012-)
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