Alberto era un vampiro. Pero no cualquier vampiro; era un vampiro bueno. Y como a todo buen vampiro, a Alberto no le gustaba matar gente. Antes Alberto había probado sangre de rata, paloma y sapo. Pero el gusto era muy feo. Por eso consiguió un trabajo en el banco de sangre, donde conseguía su alimento sin necesidad de andar por ahí mordiendo cuellos.
Alberto trabajaba 6 horas en el turno noche, porque como todo vampiro, la luz del sol podía matarlo. Un noche, mientras trabajaba, su jefe el señor Willmer, le comunicó que había decidido ascenderlo debido a su buen desempeño en el trabajo. A partir de ese momento Alberto trabajaría de día.
Como Alberto era un vampiro, si salía a la calle bajo el sol se moría. Así que pasara ir al trabajo siempre se ponía un buzo con capucha, guantes y lentes oscuros. Un día, mientras esperaba el colectivo, pasaron dos policías a quienes su apariencia les pareció sospechosa. Entonces le pidieron los documentos y comenzaron a interrogarlo:
- ¿Por qué tiene las uñas tan largas?
- Para rascarme mejor...
- ¿Por qué tiene la piel tan blanca?
- Porque tomo mucha leche...
- ¿Por qué no se saca la capucha?
- Porque soy alérgico al sol...
A pesar de que Alberto no estaba haciendo nada malo, a los policías les seguía pareciendo raro y sospechoso. Por eso decidieron detenerlo:
- Señor, va a tener que acompañarnos por averiguación de antecedentes
Así fue que los policías llevaron a Alberto a la comisaría y lo pusieron en una celda. Alberto esperó y esperó, hasta que se cansó de estar ahí encerrado, sin ningún motivo y entonces se transformó en murciélago y se escapó volando entre las rejas.
Y es por esta razón que los vampiros en Argentina trabajan de noche.
Autor: Lucas Gunes (1° Liceo -2012-)
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